Garoz & Garoz
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LA CAZA, ESTILO DE VIDA

La caza, forma de vida Esta nota -de título sugerido-, debería empezar matizando la propuesta, porque, no es que "la caza sea una forma de vida", sino que, nuestra forma vida, es "consecuencia" de la caza. La antropología, señala a esta actividad, como catalizadora en la aparición de la "especie elegida". La incorporación de proteínas de alto valor nutritivo, que la caza y el carroñeo aportaba, -recuerda Arsuaga- determinó el acortamiento del tracto digestivo de nuestros ancestros, lo que más tarde facilitaría, la singularidad evolutiva de nuestro cerebro y posterior desarrollo de sus peculiares capacidades (lenguaje articulado, sentido de trascendencia, pensamiento abstracto...) La caza, decíamos, fue la causa evolutiva y supervivencia de una singular especie del género Homo, que a la larga, sería la única superviviente: la sapiens sapiens - nosotros-. Éxitos cinegéticos repetidos, durante centenares de miles de años, es pues, a los que debemos estar hoy aquí. Hace solo 13.000años (ayer, en términos evolutivos), la revolución neolítica, permitió al hombre cazador –recolector-, la posibilidad de dejar de ser nómada y hacerse sedentario, en esa nueva forma de vida que significó el desarrollo agrícola y ganadero. Este cambio en los acontecimientos, despreciable en términos biológicos, no lo fue en lo cultural, siendo la causa de la transformación de nuestra especie, en una comunidad social y dominante. Por primera vez en la historia, un homínido fue capaz de delegar el obligado drama, que la obtención de carne supone, y lo hizo en la mano del ganadero encargado de degollar sin riesgos, a sus mansos animales. Por primera vez en millones de años, los riesgos derivados de la caza, pueden ser evitados. En adelante, no será necesaria la exposición a los peligros inherentes al enfrentamiento con seres silvestres, para sobrevivir. La permanente búsqueda y desplazamientos de las hordas prehumanas en busca de animales (eterno rececho), la convirtió en la especie más ubicua del planeta, colonizando con éxito todos sus biótopos. Así las cosas, la cuestión hoy, no sería tanto explicar, porqué aún existen cazadores, sino porqué, una parte de la ciudadanía rechaza esta actividad, escupiendo contra su evolución y la propia historia. Es razonable pensar, que la causa es que, la creciente ciudadanía urbana, disfruta de la posibilidad (neolitica) de satisfacer su dieta omnívora, sin ser testigo o sentirse responsable, del sangriento drama que esconde, el hecho de poner una pieza de carne en su plato. Una hipocresía, que les hace creerse, moralmente superiores. El mayor enemigo de la caza pues, es la desmemoria evolutiva, la pérdida de referencias recolectoras que implica una vida urbana, y los caprichosos atajos de poder satisfacer las necesidades nutritivas, que nos ofrece una sociedad excedentaria, pero alejada de las leyes naturales. Sin embargo, todavía existen millones de seres humanos, que mantienen viva la singular vinculación con el medio natural que implica la "mirada recolectora". Es la comunidad cazadora, a la que esta práctica le invoca una inexplicable complicidad, al reconocerse miembro de una misma especie predadora: la humana. La caza pues, persiste aún hoy en las sociedades primitivas, como proveedora de recursos y en las civilizadas, como nostálgica ceremonia, que en misterioso vínculo, nos transporta al más primigenio espíritu humano, aquél que surgió alrededor de una hoguera cavernaria y un cuchillo de silex. El espíritu inquieto y colonizador de nuestra especie -decía-, sigue vigente; la novedad es que, en lugar de hacerlo a "compás de piernas" o "uña de caballo", los avances tecnológicos del transporte, nos permiten cazar en las antípodas sin esfuerzo, ofreciéndonos con ello, una perspectiva holística, con la que poder sumergirnos en culturas indígenas, aparentemente lejanas, pero con las que compartimos, la idea de que nuestro entorno, puede seguir siendo un magnífico proveedor de recursos. La caza internacional así, trasciende del millonaire caprice para revelarse como una posibilidad de riqueza y supervivencia de culturas amenazadas. Un modo eficaz de conservación de áreas remotas, que sin el aprovechamiento sostenible de este recurso natural, estarían abocadas antes o después, a una segura desaparición. Cuando la población indígena entienda que su fauna silvestre, multiplica por 10.000 su valor en el mercado cinegético, en vez de ser utilizada como carne de mercado, aceptará políticas de conservación de sus territorios. La fauna, flora y paisaje sólo se conservan con eficacia, cuando las poblaciones residentes toman conciencia de que el hacerlo les reporta beneficios. La caza internacional, regulada con criterios sostenibles, es una forma práctica, ecológica y social, de favorecer el desarrollo orgánico de infraestructuras, y el modo más inteligente de combatir la lacra de la caza furtiva. Compatibilizar la "mirada contemplativa" con "la recolectora", es pues, la forma más inteligente de gestión. Communi sensu - dixit – JESUS CABALLERO