“Dos Manchegos en el Lejano Oriente”
Por: Ramón Garoz
Estaba en la posada dando rienda suelta a mi imaginación mientras escuchaba atentamente a unos prestos e ilustres caballeros. Estos relataban a otros señores una historia acerca del lejano Oriente. Minuto más tarde, ya le estaba yo contando a mi buen hidalgo, Don Quijote, cual sería nuestra próxima andanza. Así pues, una vez más, dos manchegos inician una nueva aventura que les separará de sus adoradas y entrañables tierras manchegas…
Era Domingo, día 23 de Octubre de 2005 cuando nos encontrábamos a las cinco de la tarde tomando asiento en el avión que nos llevaría (a mi amigo Benito del Peral y a mí, Ramón Garoz) a China. De nuevo, dos manchegos persiguiendo un sueño. Tras pasar bastantes horas “encajados” en aquellos diminutas y maltrechas butacas, llegamos a nuestro destino. Parecía que habíamos estado paseando por la brumosas nubes casi un día entero. Ya estábamos a 24 de Octubre y eran las siete de la mañana cuando aterrizábamos en tierras orientales. No tardamos en poner los pies sobre la tierra y darnos cuenta del estrés que se respiraba en el aeropuerto, era un tumulto de personas que iban y venían. ¡Sin parar!. Cuanta gente, parecían salir de la nada. Este (aeropuerto) abarcaba unas dimensiones tremendas. Sus instalaciones estaban muy modernizadas. Tras recoger nuestros equipajes nos dirigimos al hotel “International Beijín” donde dormimos unas horas. Pues viajar siempre resulta un poco agotador, sea corto o muy largo el trayecto.
Poco después mantuvimos una reunión con el manager de “China Witelife Conservation Asociaton”. En esta, nos informaron del itinerario que tendríamos que seguir y de los animales que podríamos cazar. Terminada la charla nos fuimos Benito y yo, con el traductor a pasear por Beijín. Nos supo a poco la verdad. La salida por la ciudad fue corta, no disponíamos de mucho tiempo. Esta, a pesar de ser moderna presentaba un “toque” oriental que se palpaba en el ambiente. ¡Inconfundible!, ¡Vaya combinación. He de reconocer que quedamos muy sorprendidos. Las calles eran un ir y venir de transeúntes en aglomeración. ¡Parecían hormigas!. Regresamos al hotel porque a las 4 de la mañana cogeríamos un avión. ¡Pero al final salimos a las 7 y media!. Al aeropuerto llegamos muy pronto porque teníamos que recoger el arma, que desde hacía 15 días lo tenía la policía. Estaba a cargo de ésta, ya que lo mandamos desde Madrid, porque anteriormente, habíamos estado en Moscú, supuestamente en una cacería (la cual no resultó muy exitosa) y no podíamos transportarlo desde allí. Aquí estaban un poco recelosos por otras irregularidades ya que había estado otro cazador anteriormente con sus armas. Pero bueno, tras muchos papeleos y con ayuda de la organización nos dieron dos cosas: el arma, como era lo esperado, y un policía que nos acompañaría en todo nuestro viaje. Por fin cogimos el vuelo, como ya he dicho anteriormente, a las 7 y media que nos llevaría la ciudad de Duhuang. La llegada fue de película. Nos recogieron con un coche de la policía, y con este, como no, ¡la sirena encendida!. Nos llevaron a la zona del Gansú, a las montañas de Kunlun donde el campamento estaba ubicado en Subei. En España un buen amigo nos dijo que los Argalis Gansú (Ovis Amon Dalailama) que hay en este lugar son muy escasos pero muy grandes.
El trayecto en coche fue de 8 horas, contando tan solo con una parada en un pueblecito. Fuimos recibidos por el alcalde y las personas que le acompañaban para comer. Parece ser que eran los encargados de esta área. Por primera vez comimos con palillos, resultó ser toda una hazaña, pues no era nada fácil. Me consolaba el pensar que con tanto arroz y verdura pondría remedio a los kilitos que me sobraban. Llegamos al campamento por la tarde. Éste ofrecía 5 tiendas de campaña con estufa de carbón y dos camastros, no era un hotel, pero al menos era confortable ya que estaba habilitado para nuestra estancia allí. Nos resguardaba del frío, que no es poco. Esa tarde la dedicamos a habituarnos a la altitud y al especial microclima que tenía China. Estábamos a 4200 metros de altura. Lo peor no era el dolor de cabeza, que parecía que nos iba a estallar, sino el frío que hacía ¡a -12 ºC!. ¡ahí como dos buenos manchegos aguantando el chaparrón!. Benito me decía que hacía bastante mas frío que en el Polo Norte porque hacía unas semanas que había estado cazando con mi hermano Juanjo. Allí iban mejor equipados, eso también influye mucho. Nos pusimos más capas que una cebolla, me quedé “sin repertorio de ropa”. Nos fuimos equipando como pudimos. Tranquilamente y sin prisa alguna probamos el rifle. Le dije a Benito que no fallase porque si no los guías no nos llevarían a los animales grandes. No hubo fallo. Es más, Benito nos ofreció tremendo show de circo, consistía en tirar una piedra al aire y fulminar el objeto lanzado. Si acertaba los guías le darían su confianza y respeto, esto era lo que yo había oído pero no lo creía. El caso es que Benito nos deleitó a todos. ¡no hubo fracaso-. El me decía: ¡Lánzame otra!, y yo le respondía: – ¿Te estás quedando conmigo?-. Benito se hizo con la atención de todo el personal. Los habitantes del campamento, incluso hicieron apuestas. Sino lo veo no lo creo. El cocinero y el guía aplaudían sin cesar. Terminada la diversión nos retiramos a la tienda que nos confortaba con el calor que se había concentrado en su interior. Nos llevaron la comida pero no probamos nada, pues el cocinero era simpático, pero el examen de cocina debió suspenderlo. Menos mal que Benito, como buen hostelero, sacó su maleta y picamos un poco de jamón y queso manchego (que tan fielmente me recordó a pasajes del quijote donde hablaba de nuestra gastronomía manchega). No comimos mucho porque la altitud te crea un malestar que te quita el hambre, el sueño… y hasta la respiración.
Amanece y hemos sobrevivido a una noche infernal. Dormimos lo que pudimos porque pronto llegó el amanecer y con este una madrugada invernal, nunca mejor dicho. Aún recuerdo el dolor y escozor de pies, los tenía helados, no había forma de calentarlos, me daba la sensación de estar pegado al suelo, como si mis pies no respondiesen a mis piernas. Cuando nos dispusimos a subir la montaña a lomos de los caballos, aún era de noche, pues estaba amaneciendo. Deseando que se hiciera de día, la claridad, el sol, ¡Ay el sol!, con sus rayos que serían de algún de modo nuestra fuente de calor. Pasamos una garganta, nos bajamos de los caballos y subimos un rececho de pocos metros. El chino que se llamaba Zhao, hizo una señal, y nosotros acelerados, pensando que los animales se encontraban ahí subimos rápidamente. Pero nada, no se divisaba animal alguno. Zhao se puso a mirar por los prismáticos mientras a nosotros nos dio el mal de altura, fue un poco alarmante. Nos quitamos un poco de ropa y nos serenamos. Me miro al reloj y veo que nos encontramos a 4.600 metros de altura. Como echábamos de menos en aquellos momentos una sopita casera hecha por nuestras mamás. Fue complicado comunicarnos con Zhao, no quisimos que viniera con nosotros el traductor, pero al final con nuestro idioma internacional, logramos entendernos. Pasamos varias horas sin ver nada. Subimos una sierra llegando a un valle arropado entre montañas. Vemos a Zhao que se adelanta con el caballo y antes de crestear la montaña vemos que mira con los prismáticos. Tardó un segundo en verlo, dándose la vuelta nos lanzó una mirada que nos puso en sobre aviso. Rápidamente y con el corazón a cien, vimos un grupo de cinco argalis. A Zhao no le dio tiempo decir nada, Benito se encara con el rifle y ve al primero, que era el mayor, al menos presentaba unas puntas perfectas. El color del animal engañaba, este era mas oscuro. Con el visor mira al segundo que era más claro. El resto eran pequeños, el grupo iba andando, cuando Benito encarado, con su rifle en mano, disparó. Siempre seguro de si mismo. Parece no temblarle la mano a este chico. El animal corre y traspone la montaña. Yo, que lo estaba grabando le digo: – ¡Benito, le has dado! -, y el me responde: – Parece grande y perfecto -, -pues las cuernas vuelcan-. Zhao nos escribió en la tierra 47-49. Nosotros llenos de gozo nos montamos en los caballos. No nos imaginábamos lo que veríamos. Al llegar al animal vimos que era enorme. La sorpresa llegó cuando los guías empezaron a gritar y a canturrear mientras Zhao medía las cuernas. Nada más y nada menos que 54 pulgadas. No era un sueño, era real. Le dije a un Benito emocionado que acabábamos de cazar el record del mundo de Argali Gansú. Él, aún algo incrédulo me respondió: – ha sido el lance más rápido y bonito de mi vida-. Muy ilusionados y a la vez sorprendidos nos hicimos las fotos que consagrarían para siempre aquellos momentos. Le quitamos la piel al animal y nos subimos a los caballos. Iniciamos el regreso al campamento pues la noche se nos avecinaba. Era tarde cuando llegamos a éste, cansados y con mucho frío. ¡Parecíamos dos bloque de hielo!. Cenamos y al saco. Tardamos en conciliar el sueño, no podíamos dejar de pensar que el primer día de caza habíamos cazado el record del mundo. No todo fueron alegrías, la estufa de carbón se nos acabó. El frío lo teníamos aún mas presente aunque tuvimos nuestro refugio en los sacos.
Nos levantamos “mas frescos que unas lechugas”, nos ponemos en marcha hacia los valles para cazar la gacela de subbuturosa. La mañana resultó pesada y un tanto aburrida ya que no vimos nada. La tarde sería mas animada. Vimos a un grupo de tres machos. Hicimos el rececho manteniendo las distancias. Benito observó por un momento a los tres, poniendo toda su atención en el del medio, quedaba un poco lejos, tan solo “acortamos el momento de su muerte”. Ya teníamos la gacela. Regresamos al campamento para preparar las pieles, que por cierto, he de reconocer que no se les da nada mal desollar. Hay que fijarse, como siempre menciono, en los hocicos, narices, orejas y sobretodo en el hueso de unión con la pezuña, porque no lo sacan. El salado ya que aquí hace tanto frío se seca el mismo día que ha sido cazado el animal. Al día siguiente se le cambia la sal, exponiendo la piel al sol durante una hora. ¡Ojo!, siempre con cuidado de que el sol no la queme. Aquí no hay ese problema. Otro dato que yo apuntaría es traerse el cráneo completo ya que esta especia se diferencia del resto por el hocico que lo tiene en forma de gancho. Es aconsejable tomar medidas del cuerpo y lavar el pelo porque si no la sangre puede actuar como tinte. En China, con tiempo, te proporcionan los C.I.T.E.S y el certificado veterinario pronto. Hay que hacerlos llegar lo antes posible a la orgánica o a la agente de aduanas porque tienen que estar los trofeos con la piel seca y el cráneo cocido y seco, para así poderlo enviar a España.
Estamos a día 28 de Octubre y abandonamos el campamento partiendo con la policía hacia la ciudad de Arkesai. Pasamos la noche en un hotel. Paramos en el ayuntamiento del pueblo y … malas noticias. En el campamento no tienen caballos y por consiguiente no se puede cazar el blue shep. Nos pareció una escusa pésima. Llamamos a Pablo de Cazatur, como siempre el único atento y dispuesto. Quedamos que se pondría en contacto con el jefe. Nada se pudo hacer. No nos dieron ninguna explicación mas. Así salimos para la zona, en un principio, plana y desértica del Ghobi. A medida que íbamos adentrándonos en sus tierras, una abrupta montaña se elevaba. Era de noche cuando pusimos los pies en el campamento, localizado en la provincia de Nei Mongul Zizhiq.
Hora de levantarnos. Nos marchamos para la montaña. Esta era arrogante en toda su extensión, con esa altura impresionante y esa cima que parecía fundirse con el cielo. Toda la mañana anduvimos por ella si ver nada. Cerca del medio día vimos a un Argali del Gobi. El pelo lo tenía oscuro pero la cuerna tenía alrededor de 40-42 pulgadas. Se nos hacía pequeño ya que nuestro amigo, Luis Campomanes, había estado allí y nos tenía dicho que no fuésemos con prisas porque la montaña abarca demasiados valles con buenos trofeos, es decir, que podríamos cazar una buena pieza. El guía nos llevó a otro lugar en donde encontramos un grupo de 3 hembras y dos machos. Estaban muy lejos y no nos importó debido a que los machos eran medianos. Descendimos la montaña. Nada más llegar a la planicie encendieron una fogata. ¡Bendita lumbre!. Gracias a ella entrábamos en calor y el coche que tenía que recogernos nos pudo localizar. Fueron veinte o treinta minutos hasta que vinieron a por nosotros, pero se nos hizo eterno. Desmoralizados entramos en nuestro “pequeño y humilde hotel”. Teníamos conservas así que pedimos unos tomates, huevos cocidos y cebollas para hacernos un gazpacho. No acompañaba el tiempo, pero al menos pudimos llenar nuestro estómago. Aquí las condiciones climáticas eran mejores, hacía mucho viento, con una marea molesta aunque el aire no era tan frío.
Otro día nuevo y con la esperanza de que sea mas agraciado que el anterior. A las 5 de la mañana, para no variar, salimos en coche. Este nos deja cerca de una montaña, la cual tardamos 2 horas en subir. Ya en la cima divisamos una pareja de argalis. Uno era mediano, el otro era espectacular. Lucía una cuerna muy gruesa, dando ésta dos vueltas. La adrenalina empezó a reflejarse en nuestros rostros. Comenzamos a planear la entrada a los animales, pero Zhao, por señas nos aconsejó esperar a que los animales se tumbaran y se relajasen. Así lo hicimos. Ya lo creo que les dio tiempo a calmarse. ¡Fueron otras dos horas de bajada!. Bajamos la montaña por su otra cara. Antes de llegar al “viso”, descubrimos dos ejemplares. Nos tumbamos pero con la mala suerte de que el aire cambió y vimos que los animales comenzaron a agitarse. ¡Les aireábamos!. Todo ocurrió muy rápido. Benito concentrado en el momento, como buen profesional, otorgó unos segundos a los argalis para levantarse. Fue el estruendoso sonido de la bala, el que nos anunció el fin de la vida del majestuoso argali. Felices y algo extasiados nos acercamos y lo contemplamos. Cercano a las 50 pulgadas este argali era portentoso con una piel preciosa. Con cuidado quitamos esta. De repente se siembra en nosotros la duda, ¡como demonios íbamos a bajar con el trofeo, el arma, los macutos, y como no la carne!. No contábamos con la ayuda de los caballos como en otras ocasiones, así que nos tocó hacer el papel de “burro de carga”. Benito se cargo su esperado premio. La carne, como era lógico Zhao y el chofer. Yo, cargué con las mochilas y el rifle. Nos aguardaba una frenética llegada al campamento para esperar la llegada del nuevo día.
Despertamos pronto y con energías renovadas comenzamos una nueva jornada en la cual íbamos a cazar el ibex. Nos desplazamos a otra zona, y Zhao al ver que no era un buen lugar para el lance, le recomendó a Benito de marcharse junto a él a buscar el esperado trofeo. Como si del destino se tratara, escuche aquel disparo en el que sentí como mi inseparable amigo lograba de nuevo lo esperado, parecía que la suerte estaba de nuestro lado. Un ibex mediocre para lo que nos habían contado. Algo significativo que nos llamó la atención fue el hecho de que nuestro cazador profesional desperdiciaba la carne y en su lugar eligió la sangre que hace vivir al animal con alguna intención que no pudimos desvelar y que algún día averiguaremos.
Cuando los primeros rayos de sol penetraban en nuestra “humilde morada”, teníamos una cosa en mente. Tan solo tomamos un ligero almuerzo, cuando salíamos en busca de la gacela del desierto del Gobi. La verdad es que había pocas. Paradójicamente era como aquellas avutardas que en tierras toledanas se alejaban sin un rumbo esperado, y veíamos como huían de su presa, en este caso nosotros, y que no conseguimos finalmente nada debido a la larga distancia que nos llevaban.
Pero no hay mal que por bien no venga, tras esta desesperada salida detrás de aquellas gacelas, recibimos por noticias de nuestro guía que la próxima cacería organizada en Shian era aplazada por un problema en el vuelo, pero como he dicho antes, no era definitivo, aquellos compañeros de aventuras que nos conducían hacía un destino incierto nos proponen cazar un ejemplar de blue shep aunque eso conlleve un largo viaje en coche durante 8 horas. Como íbamos a contrarreloj, tuvimos que subir en tan solo unas horas de 1700 a 3500 metros. Creo que para mí fue la cacería mas dura. Pero intuyo que este día le apuntaré en mi diario. El blue shep era lo esperado, aunque algo anecdótico aparte de la ajetreada subida, fue la hora de conseguir aquel trofeo ya que tras su muerte, se despeñó por todo un desfiladero.
Finalmente conseguimos llegar con muchas virtudes de escaladores… Por fin dormimos en un lecho que merecía la pena cercano a la ciudad de Duhuang. Tras descansar un efímero tiempo, realizamos los trabajos de taxidermia necesarios e hicimos el equipaje con el propósito de marchar con destino a Shian.
Cazamos, Takin Dorado , Goral y dos Muntjac fue rápido y eficaz , cazar en áreas que llevan tantos años cerradas , los animales no están cazados , no extrañan a nada y a nadie .
China lleva desde las Olimpiadas que se celebraron en el país cerrado a la caza , no se cuando se volverá a cazar en el país , no conozco la gestión que están haciendo , lo que si sabemos:
En los países que esta cerrada la caza comercial , los animales se extinguen o están en peligro de extinción como India , Republica Centroaficana , Somalia etc y países como Sudafrica , Canada , España se caza y animales que han estado en peligro de extinción ,ya NO lo están .