Dos Manchegos en Tierras del Karakurum
Por: Ramón Garoz
… << En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme no hace mucho tiempo que vive un hidalgo de los de lanza en astillero y dispuesto a vivir una gran aventura conmigo, su buen amigo “Sancho”>>…
… Era pues, el mes de Agosto, cuando durante unos días de vacaciones mi amigo Benito del Peral, manchego de cepa, me propuso una cacería de “locos”, nada mas ni nada menos que era Pakistán. Yo, le pregunté el por qué de ir a Pakistán. Él, de forma breve y concisa me dijo: – tengo 29 años, estamos en buenas condiciones físicas, y ahora es el momento de ir.- Sin pensarlo dos veces le dí mi palabra de acompañarlo, pues ésta cacería, qué es una de las más importantes del mundo no me la podía perder. Miramos varios contactos de buenos amigos pero Benito se reunió con José Manuel Iglesias ya que anteriormente había probado en tierras asiáticas obteniendo buenos resultados. Para todos ésta cacería iba a ser todo un reto, ya que estamos hablando de dos grandes especies: el Markhor de Astor y el Markhor de Suleiman.
Contratando la Cacería –
En Pakistán hay cinco variedades de Markhor, como son: dos de Astor, el Markhor Pirpunyal, Cachemir o Chitral, el Markhor Suleiman y el Markhor Chiltar. Hablo de dos tipos de Markhor porque nos cuentan los lugareños que el auténtico Markhor de Astor está situado en el valle de Rondú, perteneciente a la región de Astor, localizada al este del río Indo. Del otro Astor dicen que es una hibridación entre el Astor y el Cachemir que habita al oeste del río Indo hasta Guilgit.
Al ser el numero de esta especie muy reducido existe un convenio entre la W.W.F., el Estado y el Jefe de la Comunidad. El precio de dicho animal es destinado el 80% para el Jefe de la Comunidad, donde se localiza el animal y el 20 % restante se divide entre la W.W.F. y el estado. Con el dinero del cliente (el cazador), los orgánicos locales del país entran en las subastas para poder conseguir las licencias de un Markhor de Astor del valle de Rondú, dos Markhor de Astor de la zona de Guilgit, cinco Markhor de Suleiman, cuatro Markhor de Cachemir, y dos Markhor de Chiltar, de este año.
La conservación cinegética de estos animales tan “mitológicos” a nivel mundial es un ejemplo para otras especies que se encuentran en peligro de extinción. Hace años un cazador francés llamando Bertier junto con otros miembros notables del país y el grupo Tolgar tuvieron la lúcida idea de este plan de conservación para el Markhor (cabra franconeri).
Aconsejo a las personas interesadas en esta cacería que intenten contratarla con cazadores profesionales europeos o americanos, porque así al entrar en subasta siempre tendrán mas fuerza y más garantías sobre el dinero mandado.
Comienzan las aventuras para D. Quijote y su amigo Sancho –
Llegado el día 28 de Noviembre del 2003 abandonamos Yunclillos con nuestro fiel Rocinante que nos llevó al aeropuerto de Barajas en Madrid. Cogimos un vuelo con un primer destino a Londres, una vez allí hicimos trasbordo rumbo a Islamabad. El vuelo fue de nueve horas en un principio, y digo en un principio, porque al llegar supuestamente a nuestro destino nos dimos cuenta que no estábamos en Islamabad sino en Omar y contando ya en nuestro haber con dos horas mas de vuelo. La British Airways nos informó por megafonía que por problemas meteorológicos no podríamos aterrizar en Islamabad con lo cual iríamos a Omar, donde estaríamos un día hasta que pudimos salir con destino a Islamabad. Ya en el desierto de Omar (Emiratos Árabes) algo confusos y perdidos con un visado de tránsito esperamos todo el día a que nos dijesen a que hora saldríamos. Nadie nos explicó el motivo por el cual aterrizamos en este punto y no en alguna ciudad perteneciente o más cercana a Pakistán. Se suponía que no podíamos aterrizar en países vecinos a Pakistán como: Afganistán, Irak o la India. No eran muy seguros. Nos sentíamos con Tom Hanks en el film de “La Terminal”.
Por fin llegamos a “Islamabad” a las cinco de la mañana, después de dos interminables días. Rodeados por túnicas y velos, y con el aroma de una nueva cultura nos dió la bienvenida José Manuel Iglesias. Éste llevaba una semana contactando y prospeccionando operadores de caza del país, para que nuestra ilusión cinegética tuviese el mayor éxito posible. Aún nos queda un largo camino por recorrer para llegar a nuestro destino final, al famoso “techo del mundo”, es decir, las majestuosas montañas del Karakurum. Optamos por la vía más rápida, que era coger un vuelo interno a Skardu, ¡Pero vaya, la suerte no quería ser nuestra aliada!. El tiempo no estaba a nuestro favor por lo que tuvimos que recurrir al “Plan B”: sobrevivir durante dos días al vai – ven y traqueteo de aquella carretera que parecía haber sido esculpida a través del tiempo. Las primeras horas fueron muy entretenidas ya que podía mas nuestra curiosidad que el cansancio físico. Curiosos por contemplar aquellas vistas tan maravillosas que nos hacían confundirlas con visiones. Pero no eran visiones, todo era real. Pasadas ya las primeras once horas en aquellas carreteras donde las curvas parecían no llegar nunca a su fin y con los adelantamientos tan peligrosos como si de un rally se tratase llegamos a un hotel de montañeros en el pueblo de Chilas. Cenamos, rezamos y la “morriña” se apoderó de nosotros haciéndonos entrar en el mas profundo de los sueños. Amanece un nuevo día y con este nuestra travesía continúa. Pasamos por pueblos muy míticos pertenecientes a las antiguas culturas del Hindu – Kus. A lo largo de nuestro trayecto nos asombramos ante la imagen de un ocho mil, el Nanga Parbat. José Manuel Iglesias nos recordaba sus tiempos de montañero donde dos amigos suyos habían perdido la vida en estas tierras. Al atardecer llegamos al campamento de Basingo. Tuvimos una grata bienvenida por el jefe de la comunidad, los cazadores locales y un ecologista de la W.W.F.
Cacería del Markhor de Astor en el Valle de Rondú
Hace seis años tuvo lugar la primera licencia de caza en el valle de Rondú. Tan solo se han cazado cinco animales. El primero fue por un cazador Pakistaní, los dos siguientes por un canadiense y por un francés, el cuarto por el presidente del S.C.I. de Hungría que repitió dos años consecutivos. Y este año hemos tenido el honor nosotros.
Cogimos la mejor fecha para cazar, pues empezaba la época de celo de estos animales tan soberbios, con una barba extraordinaria y un cuerpo fornido contando aproximadamente con 100 – 120 kilos. Su pelo pardo, el cual se mimetiza en su entorno donde solamente sus patas blancas a partir de la rodilla resplandece en las paredes rocosas de las abruptas montañas del Karakurum.
Una vez acomodados en el campamento, acompañados por una tarde fría, vimos al primer ejemplar. No podíamos creerlo, cuantos libros y artículos hemos leído sobre este grandioso animal y las penurias que han pasado otras personas para cazarlo. ¡Vamos nosotros y lo vemos a la primera, absolutamente increíble!. José Manuel colocó el catalejo mientras que Benito y yo, tan solo con los prismáticos, alcanzábamos a ver un bulto. Cambié el prismático por el catalejo y fue asombroso para un taxidermista como yo poder ver aquella imagen inolvidable de nuestro primer Markhor. Llevado por la emoción del momento me vino a la cabeza la imagen de la famosa cabra hispánica de Cazorla que rodó Felix Rodríguez de la Fuente en sus documentales. Tenía los cuernos muy abiertos y hacia atrás, con las puntas hacia arriba. Nos decían que como trofeo no era excepcional. Nuestra desilusión fue tremenda ya que nos esperábamos que los cuernos fuesen hacia arriba. Queríamos el “Kudu de barba asiática”, que tanto nos venden en los libros y catálogos de caza. Enseguida preguntamos al jefe de la comunidad, el cual nos respondió que el verdadero Markhor de Astor era tal y como lo habíamos visto, aunque éste concretamente que habíamos localizado no era grande, tenía alrededor de ocho años. Los cazadores locales, semanas atrás, vieron uno entre 90 – 95 centímetros. Pensábamos que la suerte estaría de nuestro lado y así de ilusionados regresamos al campamento, donde se nos dió la bienvenida con una cena musulmana, la cual profanamos gracias a nuestra maleta gastronómica repleta de cerdo ibérico y otros alimentos manchegos que nos acercaban el calor de casa. Dormimos como angelitos. ¡Pobre de nosotros!, ignorábamos la tempestad que se nos avecinaba.
Pasaron tres largos y duros días, tan sólo vimos hembras y un macho joven, ¿dónde estaba aquel animal de 90 – 95 centímetros con el que soñábamos?. Cinegéticamente fueron días fatales, nada interesante. Nuestro consuelo fue la compañía de tres cazadores compartiendo una misma ilusión, ¡esto une!. En nuestras retinas quedarán grabadas esas imágenes de aquellas altas y escarpadas montañas recónditas en “el culo del mundo”. Días amargos, en los que las únicas hembras que encontramos a nuestro paso fueron las del Markhor de Astor – Uff! Ninguna mujer, ¿dónde estaban? -.
Eran las cinco de la mañana del quinto día, el sol ya había dado sus primeros rayos de luz cuando nos despertaron con una voz alentadora: – Big Markhor!!!, Big Markhor!!! -. Rápidamente y ante la euforia del momento nos pusimos la botas y allá fuimos. Las montañas eran arropadas por el brillo de las cumbres blancas de nieves perpetuas. Ante esta visión tuve un buen presagio, algo me decía que iba a ser un gran día… Guiados por el cazador local llegamos a la montaña. Una vez allí nos señaló el lugar donde se hallaba el animal. Nosotros con los prismáticos sólo veíamos un cuerpo. Benito colocó el catalejo y tan sólo tardó un segundo en darse cuenta de la gran magnitud de este trofeo. Tras pasar el Indo por un quebradizo puente dimos paso al ascenso de la montaña. Había un problema, estábamos aireando, lo cual nos impedía hacer el rececho de frente. La solución fue bordear la montaña para acceder varios metros por encima del animal, lo cual nos daba ventaja para poder “tirarle de balcón”. Pero esto no iba a ser fácil. Tardamos dos horas y media en bordear la montaña, nos faltaba el aliento. Hicimos nuestros primeros pinitos de escaladores hasta introducirnos en el sitio en concreto. Ante una pendiente vertiginosa nos asomamos y nuestros ojos no daban crédito ante tal ejemplar. Como un gran patriarca estaba tumbado con varias hembras. Benito no nos dejó ni de respirar, todo fue muy rápido, a este hombre no le tiembla el pulso. Con el rifle en la mano y tan solo una mirada entre el cazador y su presa se escuchó un estruendo, ¡PUFF!, el Markhor de Astor se despeñó. Los pakistaníes alterados por la tensión del momento comenzaron a chillar celebrando así aquel esperado triunfo. Intentamos acercarnos al animal, pero este estaba en una grieta inaccesible. Pasó aproximadamente una hora hasta que llegamos a aquel espectacular ejemplar que yacía envuelto por las montañas crispadas del Karakurum donde a sus pies corría el río Indo. Nos hicimos unas instantáneas para el recuerdo. Mi empeño era quitarle la piel insito, para no arrastrarle al animal y que así la piel estuviera en buen estado. Para ellos era un honor bajar al animal al poblado pudiendo ser así contemplado por todos los lugareños de Basingo. Entre todos y con gran dificultad bajamos al animal con gran esfuerzo. Allí hicimos el desollado de la piel.
Aconsejo llevar unas prácticas de desollado porque hasta el día de hoy ellos no tenor idea de despojar la piel del animal. Ya en el campamento realizamos el primer salado. En lo referente al trofeo cocimos el cráneo y desenfundamos las cuernas. Estas medían los noventa centímetros esperados. El estudiante ecologista de la enían ni la mW.W.F. y nosotros calculamos que se trataba de un animal en su máxima plenitud. De los cinco Markhor de Astor del valle de Rondú que han sido cazados en el mundo, este era el mayor trofeo.
Terminada esta cacería estábamos pensando ya en la siguiente, el Markhor de Suleiman. Malas noticias llegaron a nuestros oídos cuando Nasher Tharín nos dijo: que hubo una disputa entre dos pueblos vecinos que compartían las licencias de este Markhor, como consecuencia de esta, dos personas murieron. Nos recomendaron dejarlo para el próxima año. Decidimos partir hacia otra nueva ruta: las montañas de Sind.
…” Dejamos atrás las gigantes montañas del Karakorum para reunirnos con nuestros gigantes molinos de viento, que no podían hallarse en otro lugar que no fuese nuestra añorada y querida Castilla”…